¿Por qué los gobiernos locales y regionales deben actuar juntos contra el racismo y todas las formas de discriminación?
Hace más de 500 años - desde la visión eurocéntrica - se generó una relación binaria entre Occidente y Oriente, que también tiene que ver con los opresores y oprimidos. La "colonialidad del poder" ha llegado y ha traído el racismo, que no es otra cosa que la biologíazación de la raza que pretende justificar la serie de crímenes de lesa humanidad, así como la desposesión, el desarraigo de los territorios de los esclavizados. Por eso es fundamental que haya una visión de gobierno que precisamente pueda enfrentar este problema. El racismo estructural se reinventa, se reactualiza, mientras el racismo institucional genera la exclusión y la naturalización del desarraigo y de los procesos racializados. Por eso, es fundamental que en este nuevo siglo podamos enfrentar el racismo juntos y juntas desde el municipalismo, desde un pacto para el buen futuro, para combatir las inequidades, pero no únicamente las inequidades socio-económicas o aquellas que impiden generar un proceso de alcance al factor monetario, sino reconociendo su interseccionalidad. Esta interseccionalidad que tiene que ver con la raza, con la etnia, con la clase, con los sectores donde vivimos, pero también que tiene que ver con mujeres, que tiene que ver con género.
Generar una agenda antirracismo no tiene únicamente que ver con suscripción de acuerdos con anuncios en las redes, sino que demanda una absoluta voluntad: una voluntad que debe transversalidad con planificación para corregir todas las formas de distorsión histórica, de desigualdad, y subsanar las brechas. Estas brechas que no solo tienen que ver con las desigualdades, sino también con brechas culturales, porque la discriminación se ha naturalizado y estamos desbordados de "microracismos".
La pobreza tiene color y esos son los elementos a los cuales tenemos que combatir.
¿Qué significa ser una "ciudad antirracista"?
Las urbes son puntos de encuentro. Sin embargo, la vida en las ciudades no son iguales para todos. El racismo, la discriminación y todas las formas conexas de intolerancia abren aún más y recrudecen las brechas de desigualdad. Por lo tanto, es importante recoger, recopilar y construir agendas desde los movimientos sociales, desde la participación ciudadana, que se transformen en políticas públicas que permitan construir una agenda antirracista.
No basta con combatir la discriminación y todas las formas conexas de intolerancia si no existe la voluntad política de invertir en disminuir las brechas de desigualdad y erradicar las discriminaciones. Por eso es fundamental que estas ciudades antirracistas puedan formar y fortalecer vínculos directamente de la recomposición del tejido social.
Visibilizar y problematizar el racismo estructural e institucional es un deber que tienen no sólo las autoridades al frente de las ciudades, sino que la sociedad en su conjunto para avanzar hacia un proyecto que tenga que ver con la educación, con la identidad, como es en el caso de Ecuador. Aquí tenemos la “etno-educación,” que no es otra cosa que el reconocimiento desde la ancestralidad de la "educación con identidad". ¿Cómo avanzamos? ¿Cómo nos relacionamos desde la solidaridad? Jamás desde la de la tolerancia, sino más bien desde una construcción solidaria, que significa la filosofía del Ubuntu. Yo existo porque tú existes.
Cuáles son las iniciativas/políticas locales que se pueden hacer desde el nivel municipal para luchar contra el racismo?
Tenemos tres elementos fundamentales en el Distrito Metropolitano de Quito. En primera instancia, la Declaratoria del Decenio del Pueblo afroquiteño, que no es otra cosa que territorializar la Declaración internacional que hizo Naciones Unidas en el 2015, y que genera la obligatoriedad de reconocer, en primer lugar, la existencia del pueblo afro-quiteño, así como reconocer sus aportes desde su ancestralidad y los aportes históricos a la construcción de este Distrito Metropolitano a lo largo de toda la historia. A partir de ello, se genera una serie de elementos fundamentales donde la “restitución de derechos” es lo primordial. Una restitución que llega desde el reconocimiento de la vulneración de derechos desde hace más de 500 años, lo cual nos implica generar políticas públicas. Y este decreto que se viene a juntar con el Plan Nacional de Erradicación de la Eliminación y Discriminación Racial generado en el Gobierno de la Revolución Ciudadana, se complementa con el acuerdo suscrito hace un año, en el 2022, por parte del Alcalde metropolitano, Santiago Guarderas, y su Vicealcaldesa, Gissela Chalá Reinoso, como iniciativa de esta última. Eso quiere decir precisamente suscribir un acuerdo marco que plantea la obligatoriedad de crear políticas públicas para disminuir las brechas de desigualdad y combatir todas las discriminaciones, las formas conexas de intolerancia, tal como lo suscribe Durban en el 2001.
Estas políticas públicas tienen que ver con la restitución de derechos en lo económico, en lo cultural, en lo social, pero también generan una reflexión sobre cómo disminuir la segregación social y espacial, la cual se combate, se contrarresta y se repara a partir del Derecho a la Ciudad. El Derecho a la Ciudad acerca los servicios, genera centralidades en los lugares donde históricamente vive el pueblo afrodescendiente, el pueblo afro-ecuatoriano, es decir en la periferia, que lo alejaban de todo y convertían los barrios en guetos de la desigualdad. Las iniciativas y las competencias que tienen tanto los gobiernos locales a partir del COOTAD (el Código Orgánico de Organización Territorial, Autonomía y Descentralización, que nos plantea y nos demanda precisamente trabajar con los grupos de atención prioritaria, tal como lo establece la Constitución del 2008 en el Ecuador) no deberían quedarse nada más en el ámbito legislativo y normativo ya existente, y necesitan obligadamente contar con voluntades políticas para poder planificar, ejecutar e invertir en política pública que tengan el objetivo de alcanzar el buen vivir para todos y todas.
En este 21 de marzo del 2023, a pocos años de cumplir el primer 4.º de siglo, es importante problematizar el racismo y su problematización.
Debe venir de la mano con revisar todas aquellas teorías académicas que nos permiten comprender aún más las múltiples formas de racismo.
Sin embargo, aquellos que hemos tenido que vivir a quellas crueldades y momentos de manera sistemática de inequidad, de discriminación, necesitamos hoy más que nunca, levantar nuestras voces.
La colonialidad del poder que sigue siendo parte del orden actual del mundo no tiene nada que ver sólo con la inequidad económica, sino con una mirada política y de representaciones nos sigue excluyendo. La colonialidad del poder organiza el mundo desde una visión eurocéntrica de superioridad, relegando a los pueblos racializados en las ciudades. Tenemos que lamentar que estos barrios históricamente segregados, excluidos, hoy estén atravesando por una lógica de micropolítica donde las violencias, las drogas, la carencia de oportunidades al acceder a los derechos esenciales de la vida sea una cotidianidad. En Ecuador estamos frente a un proceso de regresión de derechos donde hemos visto con mucho dolor e impotencia como niños: más de 500 niños han sido judicializados por ser parte de pandillas y de grupos delincuenciales, y todos ellos pertenecen a sectores populares de las ciudades más empobrecidas del Ecuador, y el 90% son afrodescendientes.
Este mundo que sigue siendo colonial, este mundo moderno que sigue siendo euro-centrado, sigue excluyendo y naturalizando todas las formas conexas de intolerancia, y a esta le traemos una más: la aporofobia, el miedo, el rechazo a los pobres, que hoy forma parte de una manera como nunca antes vista y con mucha fuerza.
Por eso, es importante que los gobiernos se sumen a estas campañas que tienen que ver mucho más allá de los medios de comunicación para sentarse, planificar, visibilizar la problemática, y tomar las cifras no para mencionarlas, sino para transformarlas.
Estos compromisos son fundamentales y ahora hay que trabajar en red para enfrentar un un dolor, un problema de orden mundial y que no podemos enfrentar solos.
Desde Quito se vienen haciendo varias iniciativas importantes. El acuerdo por un Quito libre de racismo y discriminación y todas las formas conexas de intolerancia que recoge y genera una agenda a partir de Durban 2001. Pero también el Plan Metropolitano de Ordenamiento Territorial, que implementa como obligatoriedad el Decreto 9.15, donde se generan políticas públicas de orden nacional para disminuir las discriminaciones y colocar la política pública como herramientas de transformación social.
Es clave la participación ciudadana, la co-creación de instrumentos, de reglamentos, de herramientas que permitan generar cercanía y apropiación. Y no estoy hablando de empoderamiento, sino apropiación de estos elementos que ya han sido construidos.
Son múltiples los desafíos y los retos que nos genera el municipalismo: ese pacto por el buen futuro donde nadie se queda atrás, debe ser hoy más que nunca, trabajado con todos, todas y todas.