[Artículo publicado en Citiscope el 10 de abril de 2016]
La nutrición y la agricultura como piezas clave de un desarrollo urbano-rural integrado están totalmente ausentes de las discusiones rumbo a Hábitat III.
Tanto en las ciudades, pueblos y comunidades rurales, todos deben alimentarse para sobrevivir, y aquellos que pueden consumen dos o tres comidas por día. El derecho a la comida no puede separarse del derecho a la vivienda, al servicio de suministro de agua y saneamiento adecuados, a un trabajo decente y todos los otros derechos relacionados con una vida digna. En poblaciones rurales y urbanizaciones pequeñas, es relativamente fácil ver cómo se alimentan las personas o cómo pasan hambre; sin embargo, en centros urbanos más grandes, se hace más difícil comprender el sistema alimentario.
Se ha dedicado gran atención a muchas cuestiones que formarán parte de la conferencia sobre ciudades Hábitat III que se llevará a cabo este año, como también de la estrategia de urbanización global que surgirá de la misma, la Nueva Agenda Urbana. Pero se ha notado una falta de referencia en los preparativos para la conferencia a la comida, la nutrición y los desafíos de abastecimiento para la sostenibilidad urbana, a pesar de que muchos temas urbanos clave (vivienda, transporte, infraestructura, salud, resiliencia de los ecosistemas, vínculos urbano-rurales, desarrollo y ordenamiento territorial) tienen importantes componentes rurales y de sistemas alimentarios. En comparación con Hábitat I y II, en los preparativos del Hábitat III se está haciendo un excesivo énfasis en lo urbano, con insuficiente referencia a lo rural.
Tan recientemente como el año pasado, autoridades de varias de las megalópolis más ricas del mundo han admitido que no entienden cómo son alimentadas sus propias ciudades. Los sistemas de aprovisionamiento de comida en las metrópolis en crecimiento comprenden tanto los mercados formales como informales, cadenas de comerciantes intermediarios, así como la manufactura y distribución. A su vez, se crean redes de transacciones entre productores y consumidores. Estos sistemas no solo son poco comprendidos por las autoridades locales y regionales, sino que a menudo no existen políticas, jurisdicciones o capacidades técnicas para poder controlarlos; estos son problemas que afectan tanto a países desarrollados como en desarrollo.
No obstante, ha habido perturbaciones al sistema alimentario — tales como el vaciamiento de góndolas de supermercados en ciudades que han sufrido graves crisis medioambientales, o perturbaciones económicas mundiales como la crisis de los precios de los alimentos del 2007-08 que desencadenó protestas en muchas capitales — que han obligado a algunos gobiernos locales a repensar cómo y quiénes manejan sus sistemas alimentarios.
Otra serie de presiones sobre los servicios sociales y de salud municipales está en el incremento de las enfermedades crónicas no transmisibles como la obesidad y la diabetes. En principio limitadas a ciudades de países ricos, estas enfermedades han pasado a ser epidémicas tanto en zonas rurales como urbanas, y en países pobres tanto como ricos. En gran medida, esta tendencia ha sido provocada por los sistemas alimentarios, ya que el consumo de comidas procesadas, bajas en nutrientes, altas en grasas y sodio ha aumentado, sobre todo entre los pobres.
Como consecuencia de las perturbaciones en los sistemas alimentarios, la creciente “doble carga” del hambre y la malnutrición en las ciudades, y el aumento de nuevos movimientos sociopolíticos por la alimentación en muchos lugares, los gobiernos regionales y locales han comenzado a prestarle más atención a la alimentación y nutrición. Los desafíos que se plantean son tanto sociales, medioambientales como económicos; las soluciones más efectivas a menudo requieren una cooperación intersectorial y un enfoque sistémico. (Para una buena reseña de estos temas y otros relacionados, ver aquí.)
En esto, los gobiernos a menudo no son los primeros en responder. Más bien, en general estos siguen el ejemplo y los pasos de las organizaciones comunitarias, movimientos sociales, ONGs y emprendedores sociales — chefs, clínicas, comedores, bancos de alimentos, y productores urbanos y periurbanos, entre otros. No obstante, las soluciones sistémicas e innovadoras a nivel local y regional apenas han pasado al plano internacional o aún captado la atención nacional.
En gran parte, se trata de un problema estructural. Las disposiciones a menudo configuran los ministerios en compartimentos estancos asociando los alimentos con lo rural (por ejemplo, en ministerios de agricultura) o con lo urbano (desarrollo social, salud y educación). Tales configuraciones separan los alimentos de las ciudades, lo rural de lo urbano.
Asimismo, las organizaciones internacionales son divididas por mandatos urbanos o rurales. Es inusual que los alcaldes se relacionen directamente con los ministros de agricultura. Las políticas nacionales e internacionales que abordan alimentación y nutrición a menudo se dividen entre temas clasificados como “rurales” (agricultura) y “urbanos” (alimentos).
Pero estamos esperanzados en que esta falsa división esté por cambiar, ya que autoridades locales y actores privados y de la sociedad civil están actualmente asumiendo como prioridad las políticas alimentarias. Por ejemplo, el Pacto sobre políticas alimentarias urbanas de Milán que ya ha sido suscrito por casi 120 países en el mundo.
En tanto, el proceso hacia Hábitat III y las negociaciones de la Nueva Agenda Urbana también ofrecen una oportunidad clave en este sentido. Sin embargo, hasta ahora, no ha sido aprovechada.
Nuevos abordajes
El discurso que surgió de la primera conferencia Hábitat, que se llevó a cabo en Vancouver en 1976, y ya lleva 40 años, ha reconocido a los derechos humanos como la piedra angular para la generación de un hábitat humano seguro y sostenible. Ahora que se aproxima la tercera conferencia que se desarrollará en Quito en octubre, se procurará retomar y fortalecer este marco de derechos.
ara que se pueda producir una verdadera transformación hacia sistemas alimentarios urbanos sostenibles, un número de derechos fundamentales deberán ser protegidos. Por ejemplo, mientras que tienen lugar debates sobre lo que se denomina el derecho a la ciudad — el cual incluye el derecho a la alimentación y nutrición junto con el derecho al agua, salud, vivienda adecuada, educación, trabajo, seguridad social, información y participación en asuntos públicos — estos también deberían incluir el derecho a una segura tenencia de tierra y derechos específicos para agricultores. La intersección de derechos relacionados al acceso a la alimentación y nutrición, posesión de tierra y producción de alimentos constituye un importante aspecto de una nueva visión para un desarrollo territorial integral.
El actual discurso internacional sobre las relaciones urbano-rurales ha sido animado por estas nuevas perspectivas. Sin embargo, en los debates sobre la Nueva Agenda Urbana, la alimentación, nutrición y agricultura son apenas mencionadas.
Aún así, hay una posibilidad de que este nuevo abordaje de la relación urbano-rural — uno que es más inclusivo, equilibrado y equitativo — pueda formar parte de la Nueva Agenda Urbana. Véase, por ejemplo, el Principio 5 de “La ciudad que necesitamos 2.0”, la recientemente publicada visión global de actores interesados para Hábitat III, que reclama un “desarrollo territorial cohesivo”. Un espíritu similar se encuentra en un documento técnico formal de Hábitat III publicado en febrero, “Estrategias urbanas espaciales, mercados de tierras y segregación”, parte de la serie de documentos de las “unidades políticas” de expertos que orientarán la redacción de la Nueva Agenda Urbana.
Otro impulso podría venir de los gobiernos nacionales. Por ejemplo, los países más comprometidos con la implementación de los recientemente acordados Objetivos del Desarrollo Sostenible con un enfoque territorial integrado incluyen algunos que también ven la importancia de una nueva narrativa sobre un desarrollo territorial integrado en la Nueva Agenda Urbana.
Incluso una Nueva Agenda Urbana que simplemente identifique a los espacios integrados urbano-rurales como territorios funcionales sería un importante logro político. Esto sería especialmente fundamental para los poblados pequeños y ciudades de tamaño intermedio que están rodeados por la mayor parte de las tierras rurales productivas en el mundo — los espacios rurales y urbanos combinados abarcan el 75 por ciento de la población mundial y la mayor parte de la agricultura mundial. Inevitablemente, los sistemas alimentarios van a estar en el corazón de cualquier desarrollo urbano-rural integrado.
Por último, cualquier nueva política que exija más desarrollo territorial integrado deberá estar acompañada por directrices para su implementación mediante la incorporación a la legislación nacional, planificación integral entre gobiernos urbanos y rurales, y planes institucionales de capacitación. Ya hay modelos de gobernanza que están empezando a generar desarrollo territorial integrado e inclusivo. A medida que estos continúan emergiendo, se está investigando para identificar buenas prácticas de planificación y gobernanza que incluyan multiplicidad de actores y sean multisectoriales, conciliando las políticas urbanas, territoriales y nacionales.
Se espera que los esfuerzos por incorporar la nueva narrativa de desarrollo territorial integrado inclusivo y equilibrado se vean reflejados en las negociaciones para el primer borrador de la Nueva Agenda Urbana, que está previsto se publique a principios de mayo. Si dicha narrativa no se incorpora a este primer borrador, los Estados miembros deberán incluir el desarrollo territorial integrado y los sistemas alimentarios en la convocatoria a políticas nacionales urbanas, estrategias espaciales, protección ambiental y cambio climático, gobernanza y financiamiento.